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Palabras en Aniversario 40° del INTEC



Una vez más, tenemos el placer de reunimos como una gran familia para celebrar el aniversario de nuestra institución. En esta ocasión, la celebración tiene la fuerza de la madurez, porque cuarenta años es sin dudas una edad respetable para cualquier entidad de nuestro entorno. Agradezco la presencia de algunos de nuestros fundadores, miembros de la Junta de Regentes, pasados rectores, profesores, contribuidores y estudiantes, cuya presencia es una demostración de compromiso con la universidad.

Voy a resistir la tentación de contar la historia del nacimiento de INTEC, porque la misma ha sido muchas veces contada por las voces de aquellos que fueron testigos o actores destacados en aquellos primeros momentos. Pero es inevitable hacer referencia al merito de nuestros fundadores, quienes lograron el milagro de crear a partir de la nada. En nombre de todas y todos, rindo tributo a esos espíritus transformadores, que concibieron, y luego nutrieron, a esta institución con tanta dedicación y esmero con que se cuida a un hijo.

En realidad, esta institución no estaba supuesta a sobrevivir. Si se piensa en la forma en que nació, en las precariedades y adversidades de aquellos tiempos, esta institución estaba destinada a ser uno más de los sueños que nacen y luego desaparecen ante el golpe de una realidad hostil. En el mejor de los casos, esta institución estaba destinada a ser uno de aquellos proyectos que surgen llenos de ilusiones de grandeza, pero que en la lucha por la supervivencia se van adecuando a lo común, hasta convertirse simplemente en uno más.

Sin embargo, INTEC no solo sobrevivió, sino que mejoró continuamente. A los diez años, un pasado rector argumentaba que “el mayor logro es haber pasado de ser una idea en la imaginación de unos pocos y una aspiración en la de muchos, hasta ser una realidad concreta en la sociedad dominicana”. Y al cumplir veinte y cinco años, una comentarista indicaba con propiedad que “el INTEC ya no tiene vuelta atrás, más que para rendir un merecido homenaje a los hombres y mujeres que hicieron posible a través de los tesoneros esfuerzos, la apasionada entrega y el celo devoto”. Y ahora, al cumplir sus cuarenta años, INTEC es descrito por un diario como “ejemplo de excelencia”.

Por supuesto, mi obligación como Rector es enfatizar continuamente que la misión de esta institución todavía no se ha completado, porque que hoy, tanto como ayer, la sociedad dominicana requiere algún modelo que le sirva como referencia en el aspecto educativo y en el ámbito moral. La obligación de INTEC es encontrar la forma de seguir cumpliendo esa función, ante un medio sustancialmente distinto al que enfrentaba en sus primeros años. Por el lado de la oferta educativa, donde antes había cuatro instituciones universitarias, ahora actúan más de 40 entidades de muy diversos perfiles, lo que nos ofrece amplias posibilidades de cooperación, pero también pone a prueba nuestra capacidad de liderazgo. Además, se observa una clara tendencia a la transformación de una oferta universitaria exclusivamente presencial a una oferta en gran medida virtual, que muchas veces se origina en instituciones de otros países.


Por el lado de la demanda, se observa un aumento sostenido de la matricula universitaria, junto a un deterioro de la calidad académica de los demandantes. Donde antes había una sociedad predominantemente rural, se tiene hoy una sociedad urbana, con una clase media con aspiraciones y valores muy propios, en la que predomina una menor valoración de los proyectos colectivos y una mayor valoración de la individualidad. Muchos jóvenes de esa clase media han sido expuestos a patrones mundiales de calidad y pueden decidir entre universidades locales y universidades de otras partes del mundo. Y en el ámbito interno de INTEC, lo que antes fue un grupo compacto de amigos más o menos semejantes, hoy se ha convertido en un conjunto heterogéneo de contribuidores que no siempre se identifican con la idiosincrasia de nuestra institución, y muchos de los cuales ven a INTEC como una institución más para tener un empleo.

La respuesta ante ese panorama no puede apelar a los mismos esquemas que usamos cuarenta, o treinta o veinte años atrás. Anclarse en el pasado, o auto declararnos prisioneros en una cárcel de nostalgia, es una negación del espíritu de innovación que define a esta institución y es una invitación a la perdida de nuestra pre eminencia. Hay que evitar a toda costa que nuestra institución corra la suerte de la mujer de Lot, cuya incapacidad de mirar hacia adelante acabó convirtiéndola en una estatua. Por el contrario, el reto es mantener el espíritu que nos caracteriza, pero adecuarlo a nuevas circunstancias que requieren respuestas novedosas.

Ese es precisamente el sentido del Plan Estratégico en el que estamos trabajando, con la intención de identificar las líneas vitales para los próximos cinco años. Si bien ese proceso todavía esta en marcha, creo que es fácil vislumbrar algunos elementos que han ido surgiendo de la rica discusión. En los próximos años, la búsqueda de la excelencia académica debe seguir siendo nuestro signo de distinción, tanto en la forma de docencia como de investigación. La organización deberá fortalecer su orientación internacional, mediante interacciones cada vez mas intensas y diversas con entidades foráneas.

Tenemos que seguir siendo la institución más atractiva para los mejores estudiantes, lo que requiere tres cosas. Primero, fortalecer la capacidad docente y el reconocimiento verdadero, no en papel, de que los estudiantes como el centro de nuestro quehacer. Segundo, mejorar la calidad nuestros procesos administrativos, con miras a mejorar los servicios que prestamos a la comunidad académica. Tercero, la institución tendrá que hallar la forma de financiar una inversión significativa en infraestructura física y tecnológica. Para ese ultimo fin, se requiere recursos, por lo que tendremos que mantener una disciplina financiera estricta. Y por ultimo, el mayor reto es la atracción y retención del recurso humano, pues solo podemos ser la mejor institución si atraemos y retenemos a los mejores, lo que equivale a decir, entre otras cosas, los mas responsables, los mas innovadores, los mas creativos y los mas capaces de responder al cambio, siempre que estén comprometidos con nuestros valores invariables.

La tarea del nuevo liderazgo es inspirar a la comunidad inteciana a moverse en esa dirección. Felizmente, lo estamos logrando. Muchas gracias.