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Discurso de Juramentación


"Un Modelo de Educación Superior para un país en Transformación"

Estimada Señora Primera Dama de la República, Dra. Margarita Cedeño de Fernández. Estimada Sra. Ministra de Educación Superior, Ciencia y Tecnología, Maestra Ligia Amada Melo. Estimada Sra. Presidente de la Junta de Regentes, Lic. Ana María Ramos. Apreciado Pasado Rector, Dr. Miguel Escala.

Señoras y Señores:

Sean ustedes testigos fehacientes de la profundidad del compromiso que acabo de asumir ante la comunidad inteciana. He prometido, bajo la solemnidad de un juramento, dedicar mis mayores esfuerzos al servicio de una institución donde se rinde tributo a los valores perennes que han dado sentido a mi vida –la búsqueda del conocimiento, el respeto a la diversidad de ideas y la transmisión de experiencias desde las generaciones pasadas a las generaciones futuras.

Asumo esta obligación con la humildad de quien se reconoce a sí mismo como un eterno aprendiz y con una profunda reverencia ante los nombres ilustres que me han precedido en la posición que ahora ocupo, pero con la plena conciencia de ser parte de un momento de ebullición educativa que será eventualmente reseñado por la historia. En estas circunstancias, ser rector de una universidad (y, más precisamente, ser rector de esta universidad) es una oportunidad privilegiada para servir a la sociedad, y espero que al final de mi jornada ustedes me consideren digno del honor que me han concedido.

Reconozco, por supuesto, la inmensidad de la carga que ha sido puesta sobre mis hombros. Tengo la obligación de liderar una peculiar congregación de mentes lúcidas, corazones creativos y voces usualmente apasionadas, por una senda donde no existen huellas, porque los caminos de una universidad están siempre pendientes de desbrozar. Es una tarea que bajo condiciones ideales requeriría el liderazgo de Moisés, la sabiduría de Salomón, la clarividencia de José y la paciencia de Job, virtudes que obviamente no tengo.

La presencia de ustedes en este evento, sin embargo, me permite afirmar a viva voz que NO tengo miedo ante el reto. Tomo como un hecho evidente que INTEC cuenta con innumerables manos dispuestas a ayudar y que los latidos de esta institución repercuten con el mismo ritmo en incontables corazones. Es una fuente de confianza reunir bajo nuestro techo a un conjunto tan egregio de amigos y amigas, de diversos sectores y entidades, que se unen a nosotros por el lazo indisoluble de ideales y entusiasmos compartidos.

Saludo, en particular, a los colegas rectores y representantes de otras universidades, tanto de nuestro país como de otros países, que constituyen una muestra del espíritu de fraternidad que INTEC ha cultivado a lo largo de los años y que espera seguir cultivando para beneficio común. Es una verdad indubitable que la cooperación es una resina indispensable para fortalecernos a nosotros mismos, y que un sistema educativo exitoso no es nunca un proyecto individual, sino un conjunto de luces que se encienden en distintos lados y que sólo al unirse forman una llama que ilumina, y algunas veces transforma, la historia de una sociedad.

Destaco también la contribución de los pasados rectores de INTEC, cuya experiencia constituirá una fuente invaluable de sabiduría para beneficio de nuestra gestión.

Ellos son albaceas del legado de nuestra historia institucional, que es la base sobre la cual esperamos construir, piedra a piedra, un futuro igualmente vigoroso. En particular, rindo tributo a la presencia, en la mesa de honor, de mi predecesor inmediato, Dr. Miguel Escala. Gracias, Miguel, por haber devuelto con frutos las semillas que INTEC te entregó; por la dignidad, capacidad y honestidad con que desempeñaste tu función, y por el callado pero expresivo ejemplo de desprendimiento que has dado al término de tu mandato.

Para finalizar mis palabras introductorias, quiero expresar un agradecimiento a los miembros de la Junta de Regentes y al Consejo Académico de INTEC, por la confianza de poner en mis manos el timón del barco en que navega una parte tan valiosa de la juventud dominicana. Gracias también por el diseño y conducción de un proceso de selección impecable, cuyo principal resultado no fue sólo la escogencia de un Rector, sino la reflexión civilizada sobre diversas visiones (todas igualmente valiosas) en torno a nuestra institución.

¡Qué hermosa ha sido, señoras y señores regentes, la lección de convivencia, participación y democracia que, gracias a ustedes, INTEC ha ofrecido a la sociedad dominicana!

LA ESENCIA DE INTEC

Permítanme ahora, en atención a una noble tradición académica, describir brevemente mis vínculos afectivos con esta universidad. Mi relación personal con INTEC se inició hace más de dos décadas, cuando terminaba mis estudios de licenciatura en la Universidad Autónoma de Santo Domingo, y fui invitado a participar en un grupo de lectura formado por alumnos de INTEC.

La seriedad de aquel grupo me pareció un reflejo de la solidez de las ideas que se respiraban en esta institución, y generó en mi mente una admiración por la misma que no paró de crecer. Es por eso que, unos años después, cuando concluí mis estudios doctorales y me integré a INTEC como docente, lo hice con la naturalidad con que se entra a una casa conocida. Esta institución ha sido desde entonces mi espacio de crecimiento académico, y tras catorce años de docencia, siento por ella el fervor inexplicable que sólo sobrevive en los matrimonios exitosos. Pero mi descubrimiento de INTEC fue realmente un encuentro tardío, porque estaAcademia tenía ya una historia de contribuciones que al día de hoy se extiende por casi cuarenta años. Durante ese período, sucesivos grupos de hombres y mujeres han sembrado ilusiones para cosechar esfuerzos, han sembrado esfuerzos para cosechar talentos y han sembrado talentos para cosechar resultados.

Esos resultados nos enorgullecen, pero sobre todo, nos obligan a plantearnos nuevas ambiciones, aún más altas que las anteriores, en un círculo incesante de renovación institucional. El rasgo distintivo de INTEC es su obsesión tenaz por la excelencia y su fe casi religiosa en las capacidades de sus estudiantes. En sus cuatro décadas, la entidad ha sido cuna de millares de profesionales que prestan honrosos servicios en diversas áreas, y ha generado investigaciones y aportes que constituyen referencias obligatorias en diferentes campos. Es que la misión de INTEC siempre ha sido contribuir a la creación de ciudadanos y ciudadanas con espíritu crítico y amplitud de visión, lo que combinado con nuestra veneración por el trabajo y con nuestro sentido de justicia nos ha permitido navegar por las aguas de las ideas progresistas, sin dejarnos nunca arrastrar hacia la fosa del diletantismo.

Es justo concluir, en resumen, que la historia de INTEC es una historia preñada de éxitos y realizaciones.

No obstante, aunque parezca osado, me atrevo a vaticinar que aunque INTEC haya vivido momentos estelares en cada etapa de su historia, los mejores días de esta institución no se ubican en el pasado, si no en los años por venir.

En tal virtud, propongo pensar en INTEC como un cuerpo en perpetuo movimiento, como una posibilidad más que como un hecho consumado, y como un verbo más que un sustantivo. Parto de la premisa de que una universidad verdadera debe vivir en tiempo futuro más que en tiempo pretérito, y que sin desmedro de sus logros pasados, debe tomar cada día como la oportunidad de iniciar un proceso de renovación.

En el caso de INTEC, el proceso de renovación tiene que comenzar por el reconocimiento de que aún existe una brecha apreciable entre lo que somos y lo que queremos ser, entre lo que somos y lo que podemos ser, entre lo que somos y lo que debemos ser si queremos cumplir cabalmente con la promesa de excelencia que hemos hecho a la sociedad dominicana.

La conciencia de nuestras limitaciones nos obliga entonces a un sano ejercicio de reflexión y autocrítica, con miras a identificar lo que el país requiere de nosotros en el momento actual y las adecuaciones internas que resultan necesarias para responder a tales requerimientos. Por supuesto, esa reflexión no puede realizarse al margen del contexto económico, político y social en el que estaremos viviendo, por lo que solicito el permiso de ustedes para describir brevemente nuestra visión de ese telón de fondo sobre el cual INTEC se proyecta.

LA UNIVERSIDAD Y SU ENTORNO

Aunque para algunos resulte imperceptible, nuestros pies se posan sobre un país en proceso de redefinición. Durante los dos últimos decenios, la sociedad dominicana ha estado experimentando un proceso de transformación y, en la actualidad, se encuentra en la frontera entre dos modelos de crecimiento: por un lado, un viejo esquema basado en mano de obra de baja calificación y, por otro, un esquema incipiente que procura reinsertar al país en el sistema de comercio global al través de actividades productivas con mayor valor agregado.

Como todo proceso de cambio, la transición está siendo laboriosa y sujeta a incertidumbres, pero es claramente impostergable, dada la necesidad de preservar el crecimiento económico y reducir nuestros tradicionales niveles de pobreza y exclusión social. El éxito de la transición a un nuevo esquema de crecimiento demandará nuevas capacidades, a medida que el país se vea impelido al desarrollo de capacidades institucionales, científicas y tecnológicas con las cuales no cuenta.

Esos aspectos económicos se combinan con drásticos cambios sociales, de magnitud local y global. La intensidad de los movimientos migratorios, la incorporación de las mujeres al mercado laboral asalariado, el surgimiento de nuevas modalidades de organización familiar, el aumento de la violencia y la marginalidad son apenas unos cuantos ejemplos de los infinitos procesos de cambio en nuestra sociedad. Al mismo tiempo, las drásticas innovaciones biológicas, la coexistencia de inteligencias humanas con inteligencias artificiales y la superposición de mundos físicos con realidades virtuales parecen alterar las concepciones tradicionales sobre la vida y la sociedad.

En consecuencia, la generación de mano de obra más o menos calificada ha pasado a ser la parte más fácil de las labores de las universidades dominicanas, a las cuales ahora también se exige la capacidad de generar innovaciones, al aporte de ideas para alcanzar alguna nueva forma de organización social que todavía no hemos encontrado, y la formación de una conciencia ciudadana que nos permita superar de una vez por todas el dilema de casi dos siglos entre civilización y barbarie.

La asimilación exitosa de todas esas tendencias exige el desarrollo de un sistema educativo de calidad en todos los niveles, pero especialmente en el nivel superior. Las universidades tienen un papel más relevante que nunca en la sociedad dominicana. El sistema educativo superior, en suma, tiene la obligación de ser una herramienta decisiva para la construcción de un mejor país, pero hasta el momento, nuestras universidades no han podido responder cabalmente a tal demanda.

De hecho, aunque el número de instituciones de educación superior ha crecido de forma veloz en los últimos años, el sistema adolece de un conjunto de limitaciones comunes, entre las que se destacan el predominio de docentes y estudiantes a tiempo parcial, los bajos vínculos con el sector productivo, la escasa actividad de investigación e innovación, la falta de infraestructura física y científica adecuada, y una baja capacidad de generación de recursos para el financiamiento de una mayor calidad de la educación.

Se hace también evidente que las universidades tienen una incidencia cada vez más limitada en los procesos políticos y sociales. El resultado final es una tendencia lenta pero perceptible hacia una menor calidad de la educación terciaria.

La honestidad inteciana me obliga a admitir que algunas de esas trabas también amenazan el cumplimiento de la misión de INTEC, una misión que según consta en nuestros estatutos, consiste en “contribuir a la transformación social del país, a la promoción continua de la calidad de vida de sus habitantes, y a la preservación de su patrimonio para legarlo a las generaciones por venir”. A pesar de los avances logrados a lo largo del tiempo, todavía es fácil identificar oportunidades de mejora, y todavía carecemos de instrumentos idóneos para garantizar que estamos obteniendo los mejores resultados.

Es mi convencimiento que todos esos elementos ameritan un proceso de adecuación organizacional y que INTEC tiene que renovarse para seguir siendo INTEC. Repito, INTEC tiene que renovarse para seguir siendo INTEC. El gran reto que se nos presenta es superar nuestras fallas pero preservando la esencia que nos hace ser lo que somos. En la cultura inteciana, esto no representa sorpresa, porque todos sabemos que el cambio es Inherente a la vida universitaria y que una universidad que no cambia es una contradicción en los términos. En el momento en que nos encontramos, ninguno de nosotros debe aspirar a la rigidez de los cuerpos muertos ni a la sombra fresca (pero improductiva) de la inmovilidad.

La gestión que hoy se inicia adopta como meta ineludible el impulso de un proceso de transformación, sobre bases participativas, dirigido a preservar nuestra opción preferencial por la excelencia. Si aspiramos a convertir esta gran universidad en una universidad aún más grande, estamos obligados a mejorar; no porque seamos malos, sino porque somos buenos pero queremos ser mejores. Permítanme delinear, entonces, algunos elementos de la agenda de trabajo que esperamos desarrollar en esa dirección.

UNA AGENDA ESTRATÉGICA

En mi visión, INTEC debe aspirar a convertirse en un verdadero modelo para la educación superior dominicana, de modo que cuando alguien nos mire, se diga a sí mismo: “ojalá que algún día todas nuestras universidades sean como esa”. La meta de ser un modelo para la educación superior significa llegar a un punto en que ingresar a nuestra universidad sea la mayor aspiración que pudiera tener cualquier estudiante talentoso, la mejor inversión que pudieran realizar sus padres y la mayor evidencia de calidad que su escuela secundaria pudiera mostrar ante el resto de la sociedad.

Eso equivale a decir que INTEC debe empeñarse en mantener las más altas expectativas sobre sí mismo, pues en un contexto social donde la mediocridad es permitida y algunas veces hasta celebrada, no vale la pena conformarse con ser menos malo que otros. Evitemos la autocomplacencia y recordemos que nuestra promesa no es simplemente ser buenos, sino ser excelentes.

Y subrayo esto nuevamente: Nuestra promesa no es simplemente ser buenos, sino ser excelentes. Para eso, debemos fortalecer significativamente las tres áreas clave: docencia, extensión e investigación. En materia de la docencia, debemos aumentar la proporción de estudiantes y docentes íntegramente dedicados a la experiencia académica, y potenciar nuestra capacidad de incorporar formas novedosas y efectivas de enseñanza y aprendizaje. En el ámbito de la extensión, los programas de Educación a lo Largo de la Vida deberán responder cada vez más a la vertiginosa velocidad con que cambian las necesidades de las personas en el mundo laboral, no sólo con miras a la movilización de mayores recursos, sino también en reconocimiento del impacto del aprendizaje continuo sobre la competitividad de nuestro aparato productivo. En materia de investigación, debemos incorporar un mayor número de investigadores competentes en distintos campos del conocimiento y desarrollar un sistema de incentivos que catalice la generación de ideas creativas.

Las mejoras en todas esas áreas, por su parte, demanda una gestión excepcional de nuestros recursos humanos, una mejor eficiencia en nuestros procesos internos y una mayor capacidad de generar recursos para el financiamiento de nuestros programas. En materia de recursos humanos, INTEC tiene que atraer y retener a los mejores docentes, a los mejores estudiantes y a los mejores empleados, y dotar a cada uno de un ambiente saludable para su realización personal. En particular, los docentes de INTEC deben convertirse en el punto de referencia para todas las demás entidades educativas, tanto por su calidad como por sus condiciones de trabajo y crecimiento personal.

La universidad debe empeñarse en dar mejor seguimiento, apoyo y retroalimentación a sus empleados, y promover variadas formas de reconocimiento a la excelencia en ejecución. Y en cuanto a los estudiantes, debemos explorar la forma de proveerles oportunidades de experiencias de aprendizaje cada vez más retadoras, y también un ambiente adecuado para una vida universitaria plena. El segundo componente estratégico será mejorar la gestión administrativa y financiera. Nuestra intención es fortalecer la gestión de todos los procesos clave de la universidad, estableciendo sistemas de información, medición, evaluación, rendición de cuentas y compensación basada en resultados. De igual modo, los procesos relacionados con la planificación deberán ser llevados a su máxima expresión, hasta convertirse en bases firmes de crecimiento y en parte integral de la cultura institucional.

En ese marco, será necesario desarrollar una unidad de inteligencia institucional cuya función permanente sea PENSAR al INTEC de manera sistemática, y proporcionar informaciones y reflexiones permanentes sobre la calidad docente, los procesosfinancieros, la gestión del recurso humano, el clima organizacional, la satisfacción de los distintos grupos de la comunidad y, fundamentalmente, sobre la visión de futuro de esta institución.

Esos instrumentos de gestión nos permitirán identificar las actividades que contribuyen positivamente a nuestros objetivos, y a evitar aquellas que no aportan valor o incluso nos alejan de la meta. Además, nos permitirá garantizar que cada abeja de la colmena (docentes, estudiantes, egresados y empleados administrativos, entre otros) esté haciendo su mayor esfuerzo para lograr que INTEC se convierta en el modelo de educación superior al que aspiramos. El énfasis en la gestión de recursos y en la excelencia operativa no es un objetivo contrapuesto a la excelencia académica, sino más bien un soporte de la misma en una perspectiva de largo plazo.

Por último, debemos admitir que la excelencia académica requiere realizar mayores inversiones que los montos invertidos hasta el momento, por lo que el aumento de nuestra capacidad para generar recursos es una prioridad estratégica realmente impostergable. En tal sentido, la entidad deberá buscar incrementar sustancialmente su prestación de servicios a diversos sectores, incluyendo las empresas, el sector público, organizaciones no gubernamentales y organismos internacionales.

Tengo la absoluta certeza de que el sector empresarial dominicano espera con ansias por el surgimiento de una universidad que sepa hablar su lenguaje, que se mueva a su velocidad y que muestre un interés genuino en la resolución de problemas concretos para contribuir con una mayor productividad laboral y, por vía de consecuencia, con mejores resultados en la competitividad empresarial. Debemos asegurarnos de que para las empresas, INTEC sea realmente la mejor opción. Pero eso requiere trabajar aún con mayor empeño en el desarrollo de iniciativas de extensión e investigación, aprovechando para ello las enormes capacidades humanas con las que contamos. En adición, la estrategia que hoy iniciamos dedicará gran atención al fortalecimiento de las relaciones armoniosas con los organismos reguladores del sector educativo superior, al margen del gobierno de turno en un momento dado o de la orientación política de sus titulares.

En tal sentido, Sra. Ministra, puedo asegurarle que durante mi gestión, el Ministerio de Educación Superior, Ciencia y Tecnología seguirá contando con un aliado entusiasta en iniciativas encaminadas al mejoramiento de la educación universitaria y al desarrollo de un verdadero sistema nacional de innovación. Le aseguro que en INTEC se aprecia el trabajo que usted y otros han realizado al frente de esa institución, y vislumbramos desde ya diversas iniciativas en las cuales esperamos ser colaboradores activos.

También para el Estado, Señora Ministra, esperamos que INTEC sea cada vez más “la mejor opción”. La puesta en marcha del programa de acción que he esbozado implica un profundo cambio cultural en la dinámica de la gestión universitaria. En gran medida, la labor de Rector consistirá en alinear las voluntades en torno a este proceso y transmitir la convicción de que el mismo es una parte clave para el cumplimiento de la misión de INTEC de forma sostenible. Estar en INTEC no debe ser para nadie un simple puesto de trabajo, sino más bien un estilo de vida, una actitud de responsabilidad frente a la sociedad y una declaración de compromiso verdadero con una educación de clase mundial.

En lo que a mí respecta, asumo la rectoría con una idea fija que alcanza niveles de obsesión (mejorar, mejorar, mejorar!) y con un ideal que se asemeja a una oración (contribuir, contribuir, contribuir!).

Pido a la sociedad mantenerse vigilante, pues no exagero al decir que lo que está en juego no es el futuro de una institución, sino el futuro de un sistema educativo del que INTEC es uno de los pilares clave. Por la misma razón, puedo garantizar que, bajo el liderazgo que hoy se inicia, INTEC seguirá siendo una voz activa en la discusión de los grandes temas y que no seremos tímidos a la hora de aportar nuestra visión sobre los acontecimientos sociales, políticos y económicos. Estamos profundamente comprometidos con ser miembros destacados en la feria de las ideas, conscientes del papel que nos demanda una sociedad en proceso de transformación.

PALABRAS FINALES

Para finalizar, pido que me permitan expresar un agradecimiento de naturaleza íntima a personas e instituciones que han tenido un papel destacado en mi formación profesional y humana. Entre ellas, vaya mi gratitud al conjunto de instituciones en las cuales tuve la suerte de cursar estudios, especialmente el Instituto Politécnico Loyola, la Universidad Autónoma de Santo Domingo y la Universidad de Illinois.

Gracias a cada uno de mis alumnos y alumnas de INTEC, quienes me enviaron 52 mensajes de felicitaciones en el mismo día de mi escogencia como rector. Gracias a mis compañeros de trabajo, especialmente a los profesores del área de negocios, y a la Universidad APEC, de cuya Junta de Directores tuve el honor de formar parte por más de un año.

Gracias a mis hijos León Felipe, Pablo Moisés y Alicia Minerva, en quienes veo reflejado el futuro de nuestra juventud. Gracias a mi esposa Magdalena, quien por dos decenios ha sido para mí una fuerza inspiradora. En gran parte, de hecho, mi vida desde que la conozco ha sido un intento hasta ahora poco exitoso de llegar a ser tan bueno como ella.

Gracias a mi madre, quien sabiamente prefirió no acompañarnos para no correr el riesgo de emocionarse demasiado. Ella me enseñó bien temprano a distinguir el trigo de la paja, las voces de los ecos y el oasis de los espejismos. Le agradeceré eternamente por haberme dado tanto… a pesar de que parecía tener muy poco.

Gracias a Dios, por razones tan profundas que no intentaré convertir en palabras. Y finalmente, gracias a ustedes, señoras y señoras, por haber compartido esta tarde con nosotros.